Saturday, September 8, 2012

"La planta insolente..."

Actualidad venezolana

"La planta insolente..."

Luis Prieto Oliveira- lprieto21@aol.com

Nuestra inefable ministra de Asuntos Penitenciarios, Iris Varela, mejor conocida como "La Fosforito", hizo un extraño y significativo anuncio, a manera de colofón para la demolición de los edificios que constituían el penal de La Planta. Allí se construirá un parque comunal que tendrá el nombre de Cipriano Castro.
 
Si alguna ofensa le faltaba a nuestra ciudad, proferida por este régimen delincuente, es este acto de poner el nombre de un tirano irredimible a un área pública que, en todo caso, debería celebrar la libertad.
 
Recuerdo que, en ocasión del traslado de sus restos mortales a Venezuela, en la década de los 70, algunos desaprensivos iniciaron una campaña para lograr que fueran trasladados al Panteón Nacional. Sin duda una de las personas que hicieron morir en capullo tan vergonzosa idea fue mi padre, quien, en uno de sus artículos, que publicaba semanalmente bajo el nombre genérico de Pido la Palabra, en el Diario El Nacional, manifestó su más fuerte repudio a la peregrina iniciativa.
 
Su artículo comenzaba, palabras más, palabras menos, de la siguiente manera: "Razón tenía mi abuela Lalita, cuando me decía: Beltrán, el único verdaderamente malo es el Diablo, porque no se muere nunca, porque si se hubiera muerto, no faltaría quien dijera: Pobrecito, tan bueno que era"
 
Pues bien, el descocado caudillo andino de la Revolución Restauradora, quien llegó a Caracas, al mando de un contingente de andinos cerreros. a los que se conocía como los chácharos, implantó el terror en nuestra capital, y también prohijó cuanta mala costumbre fuera posible, incluyendo la corrupción moral, el peculado, la represión inmisericorde y la adulación llevada a extremos que no se han vuelto a ver en el país hasta estos días.
 
Su más recordado momento fue el reto a las potencias extranjeras que sitiaron e invadieron a Venezuela para cobrar deudas contraídas durante varios gobiernos, pero sobre todo por Guzmán Blanco, quien se había robado buena parte de ellos. Su discurso de "¡La planta insolente del extranjero ha osado hollar el sagrado suelo de la patria!" parece ser una especie de antecedente del discurso del tirano de hoy, quizás por eso adquiere  categoría de héroe, al cual debe dedicarse un parque urbano, que, por una de esas ironías inexplicables, seguramente será llamado La Planta.
 
La insolencia militarista
 
Los regímenes fascistas, y en general todos aquellos que por la vía totalitaria se proponen crear un hombre nuevo, comienzan por alterar la historia, para recrearla en un sentido que los justifique desde el pasado y también alteran la nomenclatura urbana, para eliminar cualquier recuerdo de personajes que puedan inducir al recuerdo de etapas más felices o prósperas. Venezuela, bajo este pintoresco régimen de la revolución bolivariana, es un ejemplo casi académico de toda la locura fascista la eliminación de los nombres de dos parques emblemáticos del este y el oeste de la ciudad. El del Este, o Rómulo Betancourt y el del Oeste o Jóvito Villalba, ambos próceres civiles, actores fundamentales de la política venezolana del siglo XX se ganaron con creces el homenaje y el recuerdo de la gente de la ciudad por la que tanto lucharon y en la que tanto se sacrificaron, pero sus nombres fueron borrados de la nomenclatura urbana.
 
Esa condena al olvido me hace recordar la Elegía a la Muerte de  Armando Zuloaga Blanco: "Soldado que lo mataste en el puente de Cumaná, cómo harás para matarlo en el corazón de tu hijo", porque los dictadores pasan mucho más rápido de lo que ellos quieren y los verdaderos próceres se quedan en la mente, nos envuelven y consuelan, nos acicatean y recompensan. Por eso, no importa, los nombres están flotando, mientras el dictador se hunde en su propia verborrea, mañana cuando veamos el naufragio del régimen que debía durar un milenio, esos nombres llegarán de nuevo a ocupar su lugar y, lejos de perder brillo o pureza, se habrán fortalecido, porque los ha pulido con toda su fuerza, el amor de un pueblo que los recuerda.
 
Por supuesto, estos aprendices de dictadores quieren constituciones a la medida, y leyes que los complazcan, y, sobre todo, hombres que los lisonjeen, que rían sus chistes y aplaudan sus gastados discursos. Pío Gil escribió un libro que hoy readquiere valor porque retrata a una categoría subhumana que medra y se multiplica a la sombra de las dictaduras: la de los aduladores.
 
Los militares frustrados porque nunca pudieron aprobar los cursos que les habrían permitido ascender, descargan sus resentimientos y frustraciones en intentos de desvirtuar realidades que están mucho más allá de su corto entendimiento, pero la historia sigue su curso y ellos están condenados, irremisiblemente, a ser simples notas al pie en el libro de la dignidad nacional.
 
Viviendo el futuro
 
El más elusivo y difícil de los tiempos, para vivirlo, es el futuro, porque tiene la extraña cualidad de construirse en el presente, es una serie continua de presentes que se entrelazan y complementan, para ir creando las bases del futuro. Aquellos que viven contemplando al mundo por el espejo retrovisor, están condenados a no tener presente, pero su mayor pérdida es que nunca alcanzan el futuro.
 
Hemos vivido 14 años de agonía, destrucción de valores y de cosas, de hombres y de principios, de insultos y provocaciones, pero eso no nos ha degradado, porque no han logrado hacernos descender al estercolero donde moran quienes han tratado de destruirnos, Como estamos seguros de que el futuro es nuestro, nos podemos dedicar, sin arrugar el ceño, a construir un presente digno, porque sobre él estaremos erigiendo un futuro lleno de grandeza, de justicia, de libertad, pero sobre todo de democracia incluyente y justa.
 
A pesar de que hemos recibido no pocas insinuaciones para tomar atajos, ensayar volteretas o vías torcidas, nuestra fibra moral se ha resistido y estamos firmemente empeñados en buscar lo mejor de hoy, en cumplir con el deber de este día, porque sabemos que el claror de la aurora ya se vislumbra y nosotros estaremos allí, esperando que vuelva a nacer el sol, después de tanta noche.
 
Hemos elegido el camino y, como dijo Antonio Machado, lo estamos construyendo al andar, pero tenemos la ventaja de que no echamos la vista atrás, sino que nos empeñamos en reforzar las acciones de hoy, organizarnos y esforzarnos para cumplir con las tareas que tenemos pendientes. Tenemos una gran ventaja, la de saber hacia dónde vamos y cómo vamos a llegar allí.
 
El futuro está esperando por nosotros y nosotros a nuestra vez, estamos preparados para verlo de frente y ser capaces de dar cumplimiento a sus mandatos, como en la Biblia, los que puedan salvarse de esta nueva Sodoma y Gomorra, no podremos voltear a ver hacia atrás, porque quedaremos, como la mujer de Lot, convertidos en estatuas de Sal.
 
Vamos todos, unidos por la voluntad y el compromiso, por el camino franco, sin odios y sin rencores, porque nuestros verdaderos enemigos ya están muertos en nuestro espíritu, la envidia, el resentimiento y la ambición desmedida.  

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