Thursday, June 21, 2012

A Julián Asange se le derramó el whisky

                                               
Abel Ibarra

 Nadie está exento de hacer el ridículo, lo malo es cometerlo en público y convertirlo en show periodístico de larga duración. Eso, ni más ni menos, es lo que ha hecho Julián Asange al pedir asilo en la Embajada del Ecuador en Londres, luego de haberse convertido en héroe de la prensa cortesana del escándalo cuando comenzó a filtrar chismes electrónicos a través de WikiLeaks. Como suele suceder en estos casos de comadreo virtual, la comidilla de la aldea global se centró en la política exterior de Estados Unidos, tema que suele ser el preferido de todo el que busque fácil nombradía metiéndole el dedo en el ojo a los funcionarios del Departamento de Estado, al culparlos de todos los males del planeta. 

Julián Asange es un hacker, término que en principio designa a quien fabrica muebles con un hacha, pero que, luego de cambiar de disfraces lingüísticos en el mundo de la electrónica, terminó convicto y confeso de usurpación cuando pasó a calificar a los criminales informáticos. Resulta tan resbaloso el terminejo en eso de la búsqueda de significación, que la más radical lo emparenta con el “safecracker” que, en nuestro español de cada día, significa “ladrón de cajas fuertes”. Ni más ni menos, Julián Asange es un delincuente a quien se le premió su villanía con el fogonazo de la notoriedad en las primeras planas de los periódicos y bajo los cenitales de los estudios de televisión.

Para equilibrar la balanza de acusaciones y tener seguidores en todos los bandos, los trapos sucios de la diplomacia internacional se saturaron de tanto mugre cuando Asange reveló las vinculaciones de Fidel Castro y Hugo Chávez con la ETA, FARC y ELN, lo cual no era más que refrito de lo aparecido en las computadoras de Raúl Reyes y el Mono Jojoy. A Fidel Castro no le gustó el asunto y puso sus barbas en remojo cuando Asange fue detenido bajo acusación de haber violado a una ciudadana sueca, acusando a las Damas de Blanco de calentarle la oreja al australiano para servir de señuelo en su detención, según libreto escrito por Carlos Alberto Montaner. (Sin comentarios).

Asange se ha quedado solo al hacer la solicitud de asilo en la embajada del Ecuador y hasta la millonaria Jemima Khan, quien aportara buena parte de la fianza de 250.000 euros para lograr su libertad, ha mostrado su desacuerdo a través de su página Twitter al afirmar que “hubiera esperado que afrontase las alegaciones en su contra”. Lo contradictorio es que antes de someterse al escrutinio de la Justicia Sueca, Asange prefirió la protección de Rafael Correa, el presidente que ha secuestrado todos los poderes su país y utiliza la justicia para favorecer sus intereses, lo cual hace pensar en un celestinaje previamente acordado.

Conversando con Karen Hollihan, dirigente ecuatoriana valiente y puntillosa que sueña con descoserle las amarras al impostor que gobierna su país, descubrimos dos cosas, una: según súbita y libérrima traducción del término WikiLeaks, llegamos a la conclusión de que a Julián Asange se le derramó el whisky. Dos: que las suecas también tienen pudor. Vale.  

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