Saturday, June 2, 2012

Alá Akbar

Alá Akbar

Abel Ibarra

 Alá Akbar debe haber sido el grito con el que unos musulmanes modernos bautizaron la masacre emprendida recientemente contra un grupo de cristianos en Nigeria. Hombres, mujeres y niños fueron quemados vivos para mantener la tierra libre de “infieles” y, las fotos que circulan por Internet de los cuerpos calcinados, son el testimonio macabro de la barbarie desatada por ese culto asfixiante que ve enemigos en todo el que no acceda a seguir sus códigos de fanatismo y exclusión.

El asesinato efectuado por el sólo hecho de que las víctimas no aceptaron renegar de su fe cristiana, siguió el libreto elaborado por el ejército islámico de Sudán en numerosos crímenes cometidos recientemente, patrón que obliga a las potenciales víctimas a encender los troncos con los que serán quemados si no acceden a convertirse al Islam. Los que echan el cuento son los pocos que lograron salvarse de las llamas, pero en los videos se observan claramente cicatrices blancas sobre piel negra, como señal de pecados inocentes.

Alá Akbar fue el grito de guerra pronunciado por los musulmanes cuando invadieron la península ibérica en el año 701 para decir que Alá es grande. Debió ser la garganta de Táriq ibn Ziyad la que profirió el juramento desde que ordenó desenvainar las cimitarras que tiñeron de sangre el Mediterráneo, para luego entrar a saco en tierras de Rodrigo, último rey visigodo de Hispania y consolidar como propio el al-Ándalus, que luego cambió de voz como Andalucía. Ocho siglos después se perdió el reino de Granada en manos de Boabdil (monarca sanguinario que desalojó del poder a su padre y desató una persecución contra su tío), quien se quedó mudo frente a la recriminación de su madre ante la derrota: “llora como mujer, lo que no supiste defender como hombre”.

 Fueron tiempos de desafío heroico con el cual se construyo la historia, casi siempre cruel, pero lo de hoy es un grito estentóreo que sólo habla de intolerancia y odio. Alá Akbar es una arenga fatídica que ha sido repetida en innumerables oportunidades para disfrazar de fidelidad religiosa un desapego grosero por la condición humana. Bajo su influjo son cortados clítoris de musulmanas impúberes, exprimidos cuellos de homosexuales, lapidadas mujeres bajo acusación de infidelidad y, como premio máximo a su ideal perverso de purificación, la amenaza iraní de desaparecer a Israel del mapa. O, de hacer volar por la estratósfera el territorio completo de los Estados Unidos.

 Alá Akbar gritaron los musulmanes que asesinaron cristianos coptos dentro de su iglesia en Egipto, los que estrellaron aviones contra las Torres Gemelas, también el mayor de ejército que asesinó a trece de sus compañeros en una base militar norteamericana y así ad infinitum. Alá Akbar se escuchará cuando nos pongan el cuchillo en la garganta esos carniceros primitivos que lo políticamente correcto exige mirar de soslayo. Vade retro.
 

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