Thursday, May 3, 2012

¿Fin de la crisis?

Economía norteamericana

¿Fin de la crisis?

Luis Prieto Oliveira- lprieto21@aol.com

Ya estamos a punto de cumplir 6 años del inicio de una de las más grandes y destructivas crisis que ha vivido la nación norteamericana en toda su existencia. Aunque se ha logrado reducir considerablemente la tasa promedio de desempleo, las cifras ocultan algunas verdades muy dolorosas. Aunque en promedio, la tasa de ocupación llega a cerca de 91.5%, los jóvenes están desempleados a una tasa que más que duplica a la de los adultos, también, una parte de esa reducción obedece a un hecho que ahora se ha convertido en evidente, la frontera mexicana se ha secado, ya el número de los que regresan a su país de origen es mayor que el de los que intentan ingresar. El descenso de los trabajadores indocumentados de 14.5 millones a menos de 10 millones, ha disminuido la presión y mejorado las estadísticas, pero sigue habiendo un ejército de desocupados que se cifra en casi 9 millones de personas.

El país se encamina a las elecciones generales, con dos candidatos claramente definidos, que representan posiciones contrapuestas en la forma de encarar los problemas que aquejan a la estructura económica de la nación. En realidad, desde hace casi 20 años hay una creciente polarización política en Estados Unidos, con preocupaciones concretas en cuanto a la reducción secular de las fuentes de empleo tradicionales.

Una crisis sistémica

En diversas ocasiones, desde estas páginas, hemos aventurado la tesis de que se comete un grave error conceptual al tratar a la actual crisis con medidas y conceptos coyunturales, cuando enfrentamos una crisis sistémica y estructural, que requiere la aplicación de un modelo nuevo de país y una revisión a fondo de las relaciones internas del sistema y de las maneras como se planteará la distribución de los esfuerzos y recompensas de la producción.

Mi muy particular opinión es que en los Estados Unidos, con una regularidad cronométrica, se producen crisis destinadas a cambiar el modelo productivo cada 80 años. Si partimos de la fundación de las colonias de Virginia y Massachussets alrededor de 1620 como fundación de los Estados Unidos, la primera crisis ocurrió alrededor de 1700, con la llegada del primer cargamento de esclavos africanos al país y el desarrollo pleno del modelo de agricultura de plantaciones y la exportación masiva de productos agrícolas, sobre todo el algodón, sembrado y cosechado por manos esclavas.

Casi exactamente ochenta años después se produce la Guerra de Independencia, que cambia radicalmente la organización y funcionamiento de la sociedad norteamericana, de nuevo pasan ocho décadas hasta el inicio de la Guerra de Secesión, cuyo objetivo era liquidar el sistema esclavista y sustituirlo por un método capitalista de producción industrial.
Ese capitalismo del siglo XIX, que algunas veces ha sido considerado como "salvaje", llevó a la creación de una potencia industrial incontestada, que se confirmó en la Primera Guerra Mundial, pero sus excesos produjeron, cuando se cumplía la fatídica fecha de los 80 años de la guerra civil, a una profunda crisis estructural, que requirió un cambio radical en el gobierno, conocido como "New Deal" y aplicado por Franklin Roosevelt. Ahora, ocho décadas después, vivimos esta nueva crisis, que parece ser la de la transición, ya prevista por Galbraith, del estado industrial al informático.

La tendencia inevitable es a que se genere un proceso indetenible de desindustrialización, que llevará a la manufactura a los entornos más alejados, donde la abundancia de mano de obra haga que su preció de asignación se acerque a cero.

La sociedad norteamericana tendrá que adaptarse a un mundo en el cual el conocimiento será el más importante de los bienes, por ello se generará una transformación mayúscula de la composición social y laboral. Las nuevas tendencias informáticas requieren altos niveles de conocimiento y experticia, pero emplean un número relativamente reducido de personas, debido a la posibilidad de robotizar muchas funciones.

Por otra parte, el gradual e inevitable envejecimiento de la población, fenómeno que ya es evidente en Europa, implica la necesidad de enormes volúmenes de trabajadores relativamente poco especializados, que atienda a los ancianos. Se calcula que por los próximos 15 a 20 años se retirarán diariamente 10 mil personas en Estados Unidos, cuya atención requerirá la adición de unos 6 mil trabajadores diarios, únicamente dedicados a prestar servicios a la tercera edad, que ahora será más prolongada. A esta atención se suma el uso del tiempo libre, que llevará a un desmesurado crecimiento del área turística y de transporte, que, debido a las restricciones en el uso de combustibles fósiles, se concentrará en el uso de ferrocarriles de nuevo diseño y alta velocidad.

La recreación y mantenimiento de la infraestructura, el nuevo trasvase de los suburbios a las ciudades y la necesidad de rediseñar los sistemas de almacenamiento y producción de los bienes de consumo, así como la construcción de viviendas para una población trabajadora en expansión, implicarán una segregación de la sociedad en un grupo minoritario de alto nivel de conocimientos e ingresos y un sector mayoritario que prestará asistencia al primero.

Esta podría ser la imagen de los Estados Unidos a mediano plazo y, para lograrlo, es indispensable cambiar un conjunto de normas, usos y costumbres actuales, lo que implicará modificaciones en las estructuras
políticas vigentes.

Si las tendencias que se han venido observando en los últimos 30 años, se siguen acentuando, la migración interna desde el norte hacia el sur, que ha reducido ya la población de la ciudad de Nueva York en cerca de medio millón de habitantes y ha hecho perder a Detroit la mitad de su población, mientras deja a decenas de ciudades antaño industriales casi como pueblos fantasmas, conllevará un acelerado crecimiento de estados como Florida, Georgia, Alabama, Texas, Arizona y Nuevo México y también California, con una paulatina declinación de los antiguos paladines septentrionales.
Lo que vivimos ahora es la antesala de un nuevo sistema, que podrá poner a los Estados Unidos en una posición de liderazgo aún más firme que la actual, pero requiere una considerable audacia y definiciones muy claras del camino que deberá recorrerse.
El sendero de la recuperación

La disminución del desempleo a niveles similares a los que se registraron históricamente, que oscilaban alrededor del 5% de la fuerza de trabajo, implicará una cuidadosa planificación de medidas que conduzcan a estas transformaciones y las faciliten o aceleren. La nueva economía, a diferencia de la actual, no requerirá grandes concentraciones de capital, porque el talento no implica inversiones masivas, las grandes inmovilizaciones se producirán en el área de servicios, tales como el transporte, las comunicaciones, la atención de la salud, la vivienda y las nuevas instalaciones comerciales, en las cuales habrá un énfasis menor en la venta directa, ya que la distribución dependerá del uso del internet y sistemas alternativos.

La necesidad de cambios implicará también una modificación de las relaciones de poder. La clase media profesional adquirirá una mayor importancia política, mientras las viejas oligarquías del dinero tenderán a reducir sus esferas de influencia. La dirección de este intrincado proceso requiere el establecimiento de bases muy sólidas en la transformación radical del sistema educativo, para adaptarlo a la nueva realidad y también un mecanismo de inmigración que garantice la presencia de abundante mano de obra en los sectores de gran crecimiento, lo que no puede ser garantizado por la pirámide demográfica actual. Es muy posible que sea necesario concebir y aplicar un sistema universalizado de seguridad social, que garantice a los trabajadores, cualquiera que sea su nacionalidad, el disfrute de pensiones de retiro en cualquier sitio que escojan.

Este año puede ser crucial en la escogencia del modelo político, porque, como se dice con frecuencia, el tiempo es esencial y no puede perderse ni un minuto en esta vital lucha por la sobrevivencia y el cambio.     
  

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