Thursday, May 10, 2012

El desenlace

Política venezolana
El desenlace
Luis Prieto Oliveira


En el lenguaje habitual de las páginas sociales, las ceremonias nupciales reciben el nombre habitual de enlaces matrimoniales, por contrario imperio, es necesario decir que al final de connubio se produce el divorcio o la viudez, que, entonces deben ser considerados como desenlaces, si es que vamos a actuar con algo de lógica.

En Venezuela, para nuestra desgracia, el matrimonio entre el pueblo y su gobierno, que se mantuvo por 40 años, culminó con un divorcio esperado, por diferencias, aparentemente irreconciliables, aunque nunca se hicieron evidentes lesiones o agresiones que fueran más allá de las normales escaramuzas conyugales.

 Después de ese divorcio aparatoso, el pueblo venezolano contrajo nuevas nupcias con una pareja que era, aparentemente debutante, aunque tenía una historia de irrupciones violentas. Sin embargo, el matrimonio, lejos de ser apacible, se caracterizó como altamente inflamable, sobre todo porque de parte del nuevo cónyuge surgió una leyenda negra de supuestas agresiones, maltratos y lesiones, quejas y reclamos que enturbiaron la convivencia y condujeron hasta a una separación temporal y a diferentes episodios de agresiones y lesiones relativamente graves.

Ahora, por lo que parece ser incompatibilidad de caracteres se ha planteado una situación que llama a dar por terminada la unión conyugal. Por un lado, la parte popular ha venido manifestando su descontento creciente con manifestaciones y protestas que aumentan cada día, y una inclinación creciente a buscar nueva pareja. Todo parece indicar que el desenlace está muy cercano. Pero, como en todos los cuentos, surge una variante muy especial. Ante la obvia frialdad de la unión y lo que parece infatuación con elementos opuestos al actual cónyuge, se presenta lo que parecía una maniobra de enfermedad simulada, destinada a promover sentimientos de lástima y una reconciliación amorosa que prolongara el connubio.

Sin embargo, lo que algunos tomaron como simulación, adquirió un carácter grave, terminal para algunos, lo que hace pensar en que el desenlace será la viudez y no un divorcio. Frente a tal circunstancia, es indispensable hacer una evaluación completa y profunda de la situación.
Solución indeseable, pero inescapable

Para hablar en un lenguaje ajeno a la parábola y a las figuras literarias, la oposición venezolana, que ha venido creciendo hasta convertirse en una mayoría que es cada vez más evidente, nunca se ha planteado una solución que no sea la electoral. Es más, ha recibido no pocas acusaciones de "comeflorismo" por insistir en cumplir con todos los requerimientos legales y enfrentar toda una gama de trampas, trucos y tramoyas, montados para desanimarla y para impedir o disminuir la participación popular.
Contra la visión de unos cuantos extremistas, que son "comecandelas", la oposición ha profesado y mantenido una posición cívica, llamando a la unidad y logrando, con grandes sacrificios, mantener un crecimiento constante, que es un claro síntoma de su conexión íntima con el sentimiento y la voluntad populares. El resultado de esto es lo que algunos llaman "el nuevo milagro venezolano", al hacer referencia a lo ocurrido en 1957, cuando se conformó una unidad política que logró acabar con la dictadura militar encabezada por Marcos Pérez Jiménez,

El modelo venezolano inspiró a muchos países y fue utilizado para liquidar otras dictaduras, ahora, la hazaña de la Mesa de Unidad Democrática, de poner a más de 30 partidos y organizaciones a trabajar conjuntamente, en una sola dirección y con el mismo objetivo ha puesto a Venezuela en el radar democrático internacional, porque ha dado pruebas de que es posible utilizar los instrumentos propios de la democracia para derrotar a una dictadura, por muchos recursos financieros y militares que manejen.
Con la campaña avanzada y un acuerdo para celebrar elecciones primarias abiertas para escoger candidatos a presidente, gobernadores y alcaldes, el comandante presidente declaró estar enfermo. Dado el crecimiento opositor, que había superado con relativa holgura la votación parlamentaria del oficialismo en septiembre de 2010, muchos observadores tomaron la enfermedad a guasa, por considerarla una treta para recuperar calor emocional entre sus seguidores. 

La treta dio resultado, porque poco después comenzaron a reanimarse los menguados registros del comandante, pero la enfermedad, lejos de mejorar, empeoró y fue calificada como un tumor cancerígeno cuya naturaleza y localización nunca han sido precisadas. No se trata ya de una enfermedad de la que se pueda salir victorioso y recuperado en un santiamén, ya se ha descubierto un tercer tumor y diversos rumores no conformados ni negados indican que podría haber un cuarto  y metástasis que afectan órganos vitales. El pronóstico extraoficial le otorga entre unos pocos meses y un año de vida, dado el avance del mal.

Esto nos lleva a enfrentar un desenlace absolutamente indeseable, porque no es lo mismo un líder derrotado en las urnas, que tiene que irse con el rabo entre las piernas, que un hombre, en la plenitud de su poder y fuerza, derrotado por un enemigo cruel e implacable, como la muerte. Derrotar a una efigie que no puede cometer errores y siempre es posible magnificar sus aciertos y esconder sus omisiones y equivocaciones, es una tarea sobrehumana, como lo han demostrado Evita y Juan Domingo Perón en Argentina.

Nadie, desde las trincheras de la oposición, desea o promueve la muerte del candidato natural del gobierno, porque su deceso, lejos de facilitar las cosas para nosotros, podría complicarlas, dado el hecho evidente de que mientras exista y tenga esperanzas, los demonios están confinados en la caja de Pandora, pero una vez muerto, no habrá quien pueda impedir que se abra y de ella surjan militares golpistas, guerrilleros dispuestos a la insurrección, terroristas urbanos y rurales,  populacho que quiera vengar supuestas ofensas a su excelsa memoria y otros males que aún no podemos ni siquiera imaginar.

El camino que hemos escogido, conscientes de todos sus riesgos, es el de la confrontación electoral. Derrotar a uno de los segundones no dará la talla de nuestro esfuerzo y dedicación y siempre podrán vernos como el manganzón que abusa del muchachito y le roba su merienda en el recreo del colegio. No, no queremos la muerte del adversario, además, como la Biblia nos enseña: "La venganza es mía, dice el Señor", es decir, que el hombre no tiene recurso a la venganza, sino a la justicia, con el extremo, también indicado en el mismo libro, de la Ley del Talión, "ojo por ojo y diente por diente".

Sin embargo, nos enfrentamos a una dolorosa realidad, el desenlace es de viudez y frente a él hay que asumir una estrategia compleja y que cubre muy diversos escenarios, que no son mutuamente excluyentes.
La muerte del comandante, aparte de desatar una lucha a cuchillo entre sus causahabientes, despierta una serie de temores e iniciativas nefastas para el proceso venezolano. Muchos de los jefes subalternos del comandante están seguros de que, sin su conducción será derrotada la revolución que encabezaron y en cuyo nombre cometieron los más infames crímenes y tropelías y temen la vindicta pública, por ello estarían dispuestos a dar un golpe preventivo, a sabiendas de que no tiene ninguna viabilidad internacional y tropezaría con una férrea oposición unificada.

Otros dirigentes parecen inclinarse por la promoción de acciones armadas por colectivos violentos, en combinación con guerrilleros y terroristas internacionales, con la finalidad de provocar una intervención armada que acabe con la posibilidad de una evolución democrática pacífica.
Por eso es indispensable insistir en la inevitabilidad del proceso electoral, como única forma de dirimir la pugna por el gobierno y la conducción democrática. Esa es nuestra apuesta y no tenemos otra, porque somos civiles y orgullosamente civilistas.  

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