Sunday, April 29, 2012

Un semestre crucial

Política venezolana

Un semestre crucial

Luis Prieto Oliveira

Cuando circule este periódico faltarán apenas seis meses para las elecciones presidenciales, período que puede parecer muy corto, pero que estará lleno de acontecimientos de gran trascendencia, en una pugna electoral que casi no tiene precedentes en nuestra historia.
La lucha de la noche con el amanecer

Se enfrentarán dos opciones diametralmente opuestas en término de sus propuestas fundamentales y también en lo referente al uso indebido de recursos oficiales para financiar la campaña. El sector oficial, que monopoliza la maquinaria del gobierno, con todos sus poderes, podrá aprobar leyes den la más diversa índole, cuyo objetivo bifronte es el de cercenar los derechos y garantías de los venezolanos y favorecer soluciones colectivistas y antidemocráticas, basadas en violaciones flagrantes de las normas constitucionales que juraron respetar.


La justicia, que funciona al ritmo y antojo del ejecutivo, estará disponible para enjuiciar y forjar delitos a cuantos ciudadanos considere que pueden poner en peligro su hegemonía, mientras que el gobierno central, que cuenta con abundantes recursos, provenientes de créditos internacionales, después de haber dilapidado un ingreso estimado de más de un billón de dólares en los últimos diez años, está impulsando programas efectistas, repartos de bienes, prebendas, becas y estipendios a granel, para comprar los votos de quienes todavía creen que el pan de hoy los va a blindar contra el hambre de mañana.


A estos poderes fácticos se añade una capacidad de fabulación y desconcierto, aportada por una sala situacional, manejada por expertos en desinformación egresados del G-2 cubano. Desde amplios y bien dotados laboratorios de guerra sucia se inventan patrañas, se difunden falsas noticias y se estimula la aparición de actitudes falsificadas frente a las re4alidades nacionales.


Como se trata de un gobierno militar y militarizado, que piensa en función de guerras, batallas, campañas, misiones, batallones, y otros términos propios de la terminología castrense, la nación y su gente se enfrentarán a un conjunto de escaramuzas, emboscadas, batallas y derrotas, pero a lo largo de toda esa algarabía no puede perder la fe y la confianza en que transita el camino debido, el que conduce hacia los objetivos más caros a nuestra tradición democrática.

Escenarios alternativos

La clara mayoría del pueblo venezolano rechaza, de manera contundente, los conceptos que, aparentemente, nutren a ese monstruo bifronte que es el Socialismo del Siglo XXI. Y digo bifronte porque aunque parece mirar al futuro, en verdad tiene su mirada fijada en el pasado más remoto y humillante. Desde los tiempos de Cipriano Castro no vivíamos un régimen más dado a las palabras altisonantes, sin acompañarlas de gestos adecuados.

Hemos visto, con un profundo dolor de hermanos, la destrucción de Cuba y de su pueblo, hemos contemplado como se desintegraron todas las estructuras que definían la convivencia civilizada, para sustituirla por una sociedad de miedo y ocultamiento. Hemos contemplado con horror como eses país entrañable ha retrocedido a niveles que corresponden al siglo XIX, en el campo de la producción y de la distribución de los bienes producto de su trabajo. Por eso más de 80% de los venezolanos, sin distingo de colores y facciones políticas, rechaza el modelo cubano que se quiere aplicar a Venezuela.

Todos conocemos las triste herencia del comunismo, en Rusia y Europa Oriental, pero también en Corea del Norte y Cambodia, donde se destruyeron, de manera deliberada y cruel, todas las referencias y recuerdos de una sociedad abierta y libre. Por eso no estamos dispuestos a acompañar a este nefasto régimen en eses camino de la ruina nacional.
Hasta ahora, dentro de un precario orden institucional, carcomido por la corrupción, la ambición desmedida y la aplicación de un devastador y anticuado culto a la personalidad de un líder, incluso por encima de su propia y frágil condición humana. Enfrentamos la artera intención de construir un monumento funerario en el cual se sepulten, junto con el inmarcesible dirigente, todas las esperanzas y aspiraciones legítimas de un pueblo.

El régimen, como todos los parapetos unipersonales y totalitarios, nunca se ha preocupado por crear alternativas o establecer líne4as racionales de sucesión, por ello lo ha pillado la enfermedad del comandante, como al que lo agarra un catarro sin pañuelo. No hay planes alternativos, no hay perspectivas de una vía que conduzca a la normalización del país. Sin embargo, la enfermedad, que no se combate con clisés ideológicos, ha puesto a los seguidores en el dilema de intentar lo que hicieron los cristianos en el sitio de Valencia, sacar al Cid Campeador, ya muerto, sobre su caballo Babieca, amarrado al arzón de su montura, para infundir pavor a los moros que defendían a la ciudad del Turia.

Pero lo más triste para ellos es que las ideas de ese comandante están muertas desde mucho antes de que feneciera  él mismo. Las trasnochadas intenciones del Socialismo del Siglo XXI, con su nostalgia de un pasado que ya no volverá, están muertas y yertas, por lo que el cadáver físico ya no es capaz de infundir ánimo a sus huestes, ni tampoco terror a los adversarios. Aunque, por supuesto, no se trata de una pugna entre moros y cristianos, sino de una lucha por alcanzar la escala de la modernidad y el bien de una sociedad libre y justa.

Existen varias posibilidades, dentro de lo que se conoce, que no es mucho, acerca del estado de salud del comandante, la primera y posiblemente la más dolorosa es que estemos viviendo una gran farsa, orquestada en La Habana para recuperar algo de la perdida popularidad del presidente y que no exista realmente ninguna enfermedad que lo amenace. Este engaño cruel y desproporcionado, sin embargo, no podrá sostenerse, porque los engañados se rebelarían contra una mentira vulgar y desconsiderada.
La segunda es que la enfermedad sea real, pero no mortal, lo que probablemente induciría a muchos votantes a no sufragar por alguien que está enfermo y podría morir en cualquier momento.

La tercera posibilidad es que la enfermedad grave y terminal no llegue a su conclusión fatal antes del 7 de octubre y que el comandante gane las elecciones, pero muera siendo presidente electo, en cuyo caso habría que convocar a elecciones en un plazo de 30 días.

La cuarta sería que muriera ya inscrito, pero antes de las elecciones, lo que crearía un estado en el cual el gobierno perdería por "forfait", ya que no podrían inscribir un candidato después de vencido el plazo límite del 7 de julio.
Por último, si muriera antes del límite legal, podría el PSUV inscribir un nuevo candidato. Sin embargo, es muy probable que, si su situación es verdaderamente desesperada se puedan producir dos escenarios diferentes, el primero es que el comandante "mesmo", designe a su sucesor y se retire a sus cuarteles de invierno, a esperar la llegada de la pelona y que el proceso continúe sin alteraciones.

La posibilidad más tenebrosa es que un grupo de militares, señalados por su complicidad con actividades de narcotráfico y lavado de dinero intente un golpe de estado, aprovechando sus ventajosas posiciones de comando. Esta última posibilidad, dadas las condiciones reales del país, las disensiones internas del PSUV y la falta de popularidad de los narcogenerales entre la oficialidad, podría generar un enfrentamiento armado  y un cruento proceso para recuperar el hilo histórico.

Como se ve, el único camino que garantiza un desarrollo pacífico y armonioso y la expresión libre de la voluntad del pueblo venezolano es la continuación del proceso eklectoral y que el partido oficial decida, por la vía que le resulte más conveniente, quien será su representante el próximo 7 de octubre. Mientras tanto hay que hacer como los marineros de Ulises en la odisea, taponearse los oídos para no escuchar los cantos perversos de las sirenas.    

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